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Bélgica tiene una larga tradición como país de los Bande Dessinées (BD), los cómics franco-belgas. La tradición de las BD en la Bélgica francófona (y en Francia) es tan fuerte que la "Bande Dessinée" llegó a ser ampliamente conocida como el "Neuvième art", el Noveno Arte. Este legado duradero se puede sentir en cualquier lugar del país, pero aún más en su capital, Bruselas.
Cuando era niño - y más tarde adolescente - que creció en un pequeño pueblo del sur del país, Mons, me recuerdo a mí mismo pasando horas (e incluso días, durante las vacaciones) leyendo cómics. Para los niños belgas, los BD se utilizan como la puerta hacia una literatura más seria, con una barrera de entrada que es percibida por los más jóvenes como mucho más baja que las novelas serias.
Empecé con clásicos como Los Pitufos, Tintín, Astérix y Obélix. Estos cómics tienen una característica única: pueden ser leídos y disfrutados por todas las generaciones de lectores, cada uno de los cuales tiene su propio nivel de lectura, y lo disfrutan a su manera. Aún recuerdo algunas discusiones familiares en la mesa, sobre algunos escenarios de Astérix y Obélix.
Unos años más tarde, mi pasión se trasladó a los llamados "cómics para adultos", entre los que se encuentran Buck Danny, el famoso as del vuelo militar que sirve en la Marina de los Estados Unidos, y gracias al cual muchos pilotos de caza de la Fuerza Aérea belga han descubierto su vocación; XIII, un amnésico dispuesto a descubrir su pasado; Largo Winch, la historia del hijo secreto de un multimillonario que se hace cargo del imperio financiero de su padre.
En Bruselas, se puede sentir el legado de la Bande Dessinée en muchos lugares, ya sea a través de la atmósfera especial de muchos restaurantes o bares, en tiendas especializadas (como Multi BD) o en museos dedicados.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el cómic belga francófono se caracteriza por el predominio de los periódicos destinados a los jóvenes, como Le Journal de Tintin (en Bruselas) y Le Journal de Spirou (en Marcinelle, en el suburbio de Charleroi), que dieron lugar a la llamada escuela de cómic francobelga. A esta escuela se le dio la posibilidad de penetrar en el mercado francés, pero para ello tuvo que convertirse en casi "francesa", es decir, no para expresarse en lengua francesa, lo que ya era el caso, sino para renunciar a las referencias belgas: las distintas editoriales valonas y bruselenses impusieron ya en los años cincuenta una norma francesa a los autores por razones comerciales. Por ejemplo, los uniformes y las señales de tráfico adoptaron criterios hexagonales.
De Tintín a Spirou, de Corto Maltés a Lucky Luke, hoy en día se pueden admirar más de 60 personajes de BD pintados en las paredes de casas y edificios de toda la ciudad de Bruselas. Este viaje se llama "Parcours de la Bande Dessinée" (el camino del cómic). Será una oportunidad para que usted tome algunas calles escondidas y encantadoras.
Además, el lugar de visita obligada es el Centre Belge de la Bande Dessinée, donde podrás aprender todo lo que necesites o quieras saber sobre nuestros cómics... ¡y aún más!
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