Restaurante Adega Monhé


Dirección:
Rua Dr Elisio de Castro nº55, 4520-213 Feira, Aveiro, Portugal

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Un beso en el corazón de los sabores.


Yo entro en este espacio que se hace y se funde en olas de placer, porque se hace en las manos del maestro y se deshace en mí, en múltiples sensaciones.


La mano del maestro está siempre presente. Primero, en la recepción personalizada. El calor me invade, saliendo del corazón que se abre en el abrazo de Luis, o en la sonrisa discreta y cómplice de Fátima. Luego el otro calor, del horno donde se hacen las promesas, o de la estufa donde se hacen los compromisos, con tiempos de cocción estrictos, una combinación correcta de ingredientes y la sensibilidad precisa requerida por los condimentos y condimentos.


Estoy indeciso entre la muamba y la muqueca, vacilo en el sabor del mar al que me lleva el pescado, en el atún rojo que me espera desde hace una semana, en la anguila en escabeche para la entrada, en la perca que me quiere perder o en el asado nunca más lo olvido. Me balanceo vacilante entre el pan horneado, que trae hordas de comensales de todo el país, y la pizza de lamprea, que consagró al maestro más allá de nuestras fronteras. Me rindo y no insisto. Aterrizando el menú. Simplemente dime que me servirás un curry o un picante o lo que sea, y mientras espero, me deslizo entre las historias que me cuentas y comparto lo que tienes, de esta manera única, única, que es ser simultáneamente, africana, europea y asiática. Aquí todo es mío y nada me pertenece. Actúo y disfruto. Los colores del atardecer, los aromas del Oriente, los olores y melodías del Sur, las texturas femeninas, las sonoridades de la negrura, me alertan de los sentidos y perduran en los sabores.


Alimentar la ilusión de tener el derecho, algún día, a la mano del chocolate. Como Ana Moura, Carminho, Nei Matogrosso, Gabriel el Pensador, Simone o Manuel de Oliveira, Kurt Westergaard, Salmon Rusdhie, Shirin Ebadi, entre otros, que ya han compartido este espacio y se han inmortalizado en la pared de los placeres con la marca indeleble de su mano, texturizada con chocolate. Necesitaba saber cantar, filmar, escribir, caricaturizar o ser premio Nobel. Me resigno a mirar y a estar allí, en el lugar de su paso, disfrutando de los placeres que le fueron concedidos y del calor humano que es tener a Luís por amigo.


Espero y disfruto. Disfruto y disfruto. Disfruto y comparto. Comparto y disfruto.


Enseguida vuelvo a casa. Llevo el cuerpo lleno y el alma llena. Y un beso en el corazón de los sabores.



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